Rastreo la tierra
con los pies quemados
en silencioso paso
humilde carbón encendido,
donde ruedan posturas y fornicaciones,
ensambles de posiciones reiteradas.
Humillo la tierra
quemo mis pies descalzos
con las raíces hirientes
de un vaso de agua o tequila.
Los labios me arden
soy sombra permutada
águila en reinos impetuosos
de árboles frontales y esenciales.
Me cuelgan los pendientes
lóbulos orificios sangre
meticulosamente erigidos
entre medias de prados agostados,
la belleza se humedece en mis costillas,
veo los ojos provectos de mi novia,
en fin, al fondo.
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