Te vi partir, paloma herida, reblandecida el alma
en golpes sucesivos, llevas contigo el amor, flama viviente,
dejas la estela perfumada de jazmines.
Sin llorar, dijiste, no hay tristezas.
Levantaste el estandarte de la lucha,
yelmo, lanza en ristre, sacudida de tristezas y agonía,
si acaso hay manera de mirar, sino perplejo,
el paso fugaz de una saeta.
Inmóvil está en mí el tiempo y la distancia larga,
en arenas del desierto se enrojecen las hojas de otro otoño,
son infinitas las luces que no miran y la noche me deja una caricia.
No cesará tu presencia en el trono principesco de las flores,
ni dejará de resonar tu voz en el espacio,
cuando más te necesite buscaré una lágrima,
perdida en el estrecho de mi vida.
Hay una procesión de vientos musicales
y ríen por reír las azaleas,
del pájaro nocturno un trino escapa
y expiran una a una las estrellas.
Hay una procesión de vívidos recuerdos,
un ángel sin memoria niega todo,
pesadumbre, pasión, nostalgia y rezo.
Resbalan las palabras, sin grito ni fastidio,
solas se acomodan en el mar de la escritura,
brincan con las olas que fueron dulce río
y ahora son salobre interrogante.
¿Adónde irán mis versos taciturnos
cuando despierten las notas de tu risa?
Atrévete a cantar al pie de la ventana
vos y yo, un canto de alegría,
que al fin el mundo no sabe ni lo entiende,
que hay amores que nacen en poesía
y no mueren, nunca mueren… sólo esperan.
Derechos reservados por Ruben Maldonado.
(Publicado el 21 de setiembre de 2010 con el seudónimo de “Luizinho”)