Nunca fui niño.
Cuando traté de serlo
volví a nacer
del vientre y del agua;
nací del espíritu.
Tampoco fui ángel ni hijo,
sino manta y mugre en los dedos.
Un errante descalzo
y liberto desprovisto de madre.
Fui sólo un augurio,
un anhelo posible.
Nunca fui niño,
porque caminé siendo anciano,
y no conocí los albores
excepto ceniza y palabras.
Hoy soy un infante,
alumno con gafas
tomando notas al azar,
un aprendiz de matemática,
lengua y valores.
Soy un travieso filósofo
escondido en una biblioteca
y mi maestro me busca
(también mi padre lo hace
aunque conoce mi escondite).
Nunca fui niño.
Años atrás era un gigante cautivo,
grano de arena,
aliento de ostra
y ahora soy el ala de un águila.
Melvin Quintero