Angélica Contreras

NO LAS ENCUENTRO

NO LAS ENCUENTRO

Ya busqué en la cartera, en los bolsillos del pantalón, en los cajones, en la alacena, debajo de la cama, en las camisas, detrás del espejo del baño, en los calcetines, en los sacos, gabardinas y chaquetas, en cada zapato, tenis o sandalia, en la funda de la almohada, en botes, cestos y canastos, en las repisas, en el horno de la estufa, en ambas rendijas del tostador, en el depósito de la cafetera, en los compartimientos del refrigerador, en los guantes de invierno, en gorras, boinas, sombreros, en shorts, bermudas y sudaderas, en el tanque del inodoro, en las cajas nuevas de mis zapatos viejos, en las cajitas de aspirinas, de alka seltzer, chicles y sal de uvas, en las maletas, estuches, maletines, en relicarios, morrales, en bolsas, bomboneras y talegas, entre las páginas de los libros, de los cuadernos, de agendas, debajo de los reproductores de radio, en los discos, en videos y… no están.

 

Salí a la calle a ver si estaban. Busqué, escuché el ruido de los automóviles, peatones, transeúntes, vendedores ambulantes, miré mis manos, sutilmente las froté en el pantalón para secar el sudor que en un momento de nerviosismo había humedecido mis dedos. Puse atención en mis zapatos, opacos y acabados, con las suelas en peligro de extinción. Luego, vi el semáforo ponerse en verde, ¿Camino, me voy, regreso, cruzo, avanzo, espero…? No sabía qué hacer, me di cuenta que era inútil y en la calle tampoco estarían.

 

Después pensé, quise hacer memoria y saber dónde pude haberlas dejado y recordé que apenas ayer vi a una silueta irse sin prisas, que contemplé su espalda alejarse para nunca jamás, que aquel día me zumbaban los pies, y tiempo después, me tomaba un café cada viernes antes de irme solo a casa. Pero nada más.

 

Hace un par de horas me desperté, entre el día y la madrugada, con la ropa puesta, los zapatos calzados y la duda de haber vivido, soñado o buscado aquello, ya no lo sé, pero perdí las ganas de amar y no las encuentro.

 

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