Quietud de la noche.
Se vacían los coches.
Con alcohol de ramera.
Y estatutos de silencio.
Las piernas hieden a francachela.
Los atributos dormidos también.
Por el exceso de copas o roncas
conversaciones.
La vida es ese círculo continuo
en el que uno cae hasta lastimarse.
Para no levantarse en absoluto.
A las puertas de las discotecas,
asoman policías de emergencia.
Cuerpos dotados de pistolitas de rayos
eléctricos.
La vida pasa en un suspiro, hojas
debatidas entre el viento, como sales
de agua potables dentro de una bañera
de los suburbios.
Y esa delgada hoja de cuchilla oxidada.
Que penetra en la carne y la hace hirsuta,
negra.
La verdad es que un cuerpo tampoco vale
tanto.
Y la noche se viste de nuevo de tristeza.
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