La puerta estaba cerrada
y no podían entrar,
las caricias del nordeste
con sus mensajes de paz,
y se quedaban afuera
con el salitre del mar,
unas algas, caprichosas,
junto a dunas y arenal;
en la vieja cerradura
se notaba la humedad,
y la luz se resistía
por los resquicios, a entrar,
pero, empujaba el nordeste,
porque venía de allá,
con las olas, galopando,
del horizonte de atrás...
Y allí quedaban los barcos
con sus velas por señal,
viejas traineras del norte
y con remos que empuñar;
bogaban manos morenas
de marineros sin pan,
que buscaban en las aguas
esa captura ejemplar,
la que les diera unas perras
intercambiando el jornal,
por unos peces que en platos
otras bocas comerán,
y quedará en el silencio
esta puerta y, de verdad,
la soledad, a su lado,
hará guardia y velará...
\"...Tu puerta estaba cerrada
y no podía pasar,
el nordeste, vagabundo,
malherido de un puñal...\"
Rafael Sánchez Ortega ©
03/09/19