En la calle del aire,
un sentir cercano se me aparece,
ansiosa mi mente,
descubre el secreto que nos une...
De tal suerte que,
mi alma espera merecerte,
y al instante,
te agasajo en estima reverente...
¡Ay mi dulce Virgen!
Que te contemplo concurrente
en todo cuanto existe.
No hay nada que, a ti no me conecte.
Más tu lauro refulgente,
por todo mi entorno se extiende.
¡Ay augusta madre!
Que engalánas de dicha mi semblante.