No puedo,
no ruegue la vida que decida.
De un lado de la cima
está la palabra que dice y escucha
la identidad de la vida,
la conciencia cotidiana
la honestidad hecha carne pulida cual diadema enardecida.
Del otro una pasión encaramada
que toca el lucero más brillante
aún siendo de día,
los besos más frescos
dados en las madrugadas más amadas
las miradas clavadas en silencio que se anclaron en el alma.
No insista soberana
no me mande a elegir
no discuta con mis garras
no pienso sucumbir.
Uno es el deseo interminable y desenfrenado
el otro la virilidad de lo prohibido detrás del colchón
uno es la necesidad del abrazo sostenido
el otro la caricia de la tentación.
No lo haga señora
no quiera que elija
los dos son el complemento de la sal que me erotiza
¡Ellos son amigos de toda la vida señora!
No quiera usted que elija!