¿Recuerdas, amor mío, cuando los dos subimos
juntos a la montaña aquella tarde de estío,
dejando tras de nosotros el gran caserío
mientras a lo más arduo y prominente ascendimos?
Cuando en lo más elevado del monte estuvimos,
divisamos en la brumosa mar un navío
que luchaba con las olas en gran desafío
y por su salvación gran temor los dos sentimos.
En tu partida yo soy aquella frágil nave
que en el enfurecido mar no discierne el norte
para recalar incólume en resguardado puerto.
¡Oh, ingrata! Haz que tu ausencia en mí no agrave
mi aflicción. Dame una palabra que me conforte
para que a tu regreso me halles vivo y no muerto.
Canciones de amor.