Recostada sobre esta alfombra verde,
siento pasar el tiempo gastado
cuando los chopos se dejaban
tatuar en su corteza agrisada
corazones con dos nombres dentro.
Cuando corría con los latidos agolpados
a desenterrar mensajes inocentes
bajo cristales verde oliva cubiertos de tierra
antes de la llegada del otoño.
Y saltaba, sí como saltaba desde el muro de piedras
sobre un tesoro de hojas amarillas
con esa alegría indescriptible
de rozar en el aire la felicidad
para caer oyendo el crujido leve aún de las hojas.
Y ver cubierto el muro de hiedras rojizas
frente a la hilera de lilos blancos
que perfumaban con su aroma las primaveras...
Escuchar las risas incesantes
agolpadas en los oídos por volver a saltar
y caer de nuevo en el mullido colchón.
Éramos incansables para el juego.
17-9-2019