Tomados de la mano miramos al cielo infinito.
No me puedo librar del pensamiento de lo efímero.
¿Qué somos si no un insignificante punto,
centro de un universo inmenso?
Solo eso somos,
el centro de una esfera eterna e inalcanzable.
Una esfera que mientras más crece,
menos existe,
porque en su misma inmensidad,
va implícita su inexistencia,
acaso el eco de lo que fueron sus estrellas,
que hoy no son más que luces imaginarias.
Y así,
en el supremo éxtasis de ese universo idílico,
tomados de la mano,
nos sentimos como únicos seres de los espacios,
disfrutando del terrícola panorama de las estrellas,
sin saber que somos observados,
por la mirada romántica
de todos los enamorados extraterrestres,
que contemplan con sus tecnologías super modernas
el fascinante lunar del planeta azul,
símbolo del amor
más allá de todas los estrellas.