Anoche te soñé en la sosegada fontana
en que por primera vez tu imagen descubrí;
me acerqué temprano hasta el lugar esta mañana,
pero tú, ¡beldad divina!, no estabas allí.
Tu ensortijada y sedosa cabellera de oro,
las verdes gemas que iluminan tu faz radiante
son para tu enamorado el mayor tesoro
que jamás hallara en el bárbaro mundo errante.
Las anacaradas perlas de tu linda boca,
de tus labios los voluptuosos rojos corales
son para tu sumiso esclavo tan cruciales,
que tal seducción un éxtasis en mí provoca.
No puedo vivir sin ti, mi inexorable amada,
porque mi vida en tu ausencia es como un no vivir;
mas antes que vivir sin ti prefiero morir,
pues esta vida sin ti ni es vida ni es nada.
Canciones de amor.