Que infortunio malo se atrevió
a desafiar la quimera de mi vida
y cargó de derrumbres que axfisian por siempre
el aullido de las bellas dudas;
derrumbes...
que quieren evitarme el pensamiento
impidiendome que las piense,
esas bellas locuras
que me huyen
creando mares pequeños
como presas de una carcel,
embarradas, cuando las sueño.
Que infortunio malo se atreve
a negar que mi alma cante,
y no quiera huir del trueno hundido
bajo los pies de mi reino,
convirtiendo en fauces
la ira de su suelo;
sin vivir
la sordera que me aleje de escuchar
los lamentos del desierto.
Que mal infortunio decide
repartir la luz menos luminosa,
lanzarme caracolas sordas
atoradas sus notas
en el fondo empecinado.
A quien corresponde las mieles.
A que mal infortunio.
Eloisa
14 de Julio de 2010