Ya de nada me sirve sustentarme
en el hábito simple de mirar la ventana.
Rehén de unos latidos tatuados
en el lado de adentro de la piel
como una ofrenda de sed entregada al vacío,
reclamo un significado ausente,
una fuga de regreso
que me permita reconocer la necesidad
de este corazón emboscado de miedos.
Lo que el tedio enlazará después, aparte de aire,
quizás pueda perforar
el emblema petrificado que llevo asido al pasar de los días
sin verte.