Fueron horas vacías en días llenos de horas,
días eco de jornadas anteriores,
semanas entretejidas en meses rasgados,
años nulos sobre años olvidados.
Un tren silencioso a tristes destinos
desde lamentables procedencias,
por un pasillo de estrellas fundidas
recorriendo parajes huecos
de una casa vaciada, de puertas rotas
y ventanas de párpados cerrados.
Paradas no programadas
y sin hora de partida,
sobre sus ruedas sin cicatrizar
por cortantes raíles afilados,
pendiente de un reloj sin agujas
y de maquinaria oxidada.
Tren pasajero único de sí mismo,
vacío, parcheado, nulo y olvidado.
Es tiempo de medir el tiempo,
de reponer agujas y engrasar,
de pulir raíles que ayuden a cicatrizar
y que vuelvan a brillar
bajo las estrellas repuestas.
Reordenar paradas y partidas,
limpiar vidrios tras abrir los párpados
para llenar de luz los espacios.
Es tiempo de avanzar con decisión,
construir años venideros,
recomponer meses con proyectadas semanas
de días nuevos con horas repletas,
al menos, de sueños en cada minuto.
Tren que avanza deslumbrado
por el brillo de tu regalada sonrisa.