Pablo Cabrera

AVIDEZ DE ENTRETIEMPO

Querría que fuese otoño. Otoño cada vez

que me pongo a escribirte o a pensarte.

Otoño porque siempre

que veo caer las hojas y cubrirse

de ámbar y nostalgia las aceras,

recuerdo aquellas tardes de noviembre,

y a ti tras los cristales y bajo tus quehaceres,

y a mi simpatizando con tu indiferencia.

 

Querría que fuese otoño, hoy y siempre,

porque otoñales fueron nuestros primeros pasos;

opuestos al principio, claro está,

y muy poco más tarde, acompasados;

otoñales también nuestras primeras huellas,

nuestros primeros sueños, nuestros primeros hábitos.

 

Querría que fuese otoño. Otoño, por qué no,

esta tarde en que anoto mis codicias,

mientras estás en casa, deslizando

lentamente tus sueños por las alternativas

que cadencias y escalas te conceden,

mirándome y sonriendo, interpelándome

u olvidándome a ratos para buscar

aquel antiguo libro desusado,

o para anexionarte mi butaca

o añorar cualquier cosa con aire displicente.

 

Querría que fuese otoño, y es otoño,

quizá aún incipiente

en nuestras leves vidas silenciosas,

exhortadas a ser ineludible

y equitativamente relegadas;

el otoño de todos mis versos, que comienzan

a descarnarse en folios y anaqueles;

el otoño de todo lo que un día

quiso ser esplendor y deflagrar

en nuestros ojos párvulos de entonces.

 

Es otoño y nosotros, otoñales

convencidos y austeros, continuaremos siendo,

bajo el palio indulgente que el instante sufraga,

garantes de este ensueño en que escogimos

encubrir primaveras.

 

(De mi poemario \"De tránsitos y sombras\")