Se rompió la lasitud de sus fortalezas
en los cielos de sus noches iluminadas,
sin mapas ni limítrofes de sus noblezas,
surcó las rutas de dudas asimiladas,
se oyeron los cánticos magros de los viejos
en la ávida sed de ilusiones postergadas
y a la luz de una vela, sin medir complejos,
ya con el alma enteramente desbordada,
amargó el papel con sus lágrimas rimadas
y así surgió el poema desde sus entrañas.
Andrés Romo
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