Lo mismo que las aves que van buscando nido,
volaron una tarde mis sueños de poeta;
vagaban por un cielo de hermoso colorido
de cuyas albas nubes surgía tu silueta.
Un piélago de rosas tus pies acariciaban,
y luces de colores cubrían tu belleza;
escuché las trompetas que un angelus tocaban
con esas regia notas que ofrece la pureza.
Discreta y pudorosa miraba tu figura,
igual que las doncellas de reinos
medievales;
y quise hacer un verso de dulce partitura
bordado de violetas y lirios celestiales.
En alas de gaviotas surqué tremendos mares,
buscando aquella rima capaz de dibujarte;
las garzas y navíos oían mis cantares
queriendo hallar la musa que pueda superarte.
Tu blonda cabellera, que deja embelesado,
quería compararla con Venus y Afrodita;
mas ellas no tenían tu porte apasionado,
tampoco tu mirada que mi pasión incita.
Busque por los caminos la ninfa insuperable,
con ese sentimiento de bardo itinerante,
mas nadie poseía tu rostro inigualable,
y menos tu figura de mística bacante.
Me dijo un gran centauro: Jamás en la llanura
he visto tal encanto con tanta excelsitud:
¡Tu musa es suma gracia de toda la Natura
con esos regios dones de grande magnitud!
Autor: Aníbal Rodríguez.