kavanarudén

Otoño

 

Cerca de donde vivo hay un camino de unos 20 kilómetros de distancia. Une Oliva con Gandía, dos ciudades de la comunidad valenciana. No está permitido el paso de vehículos o motos.  

Se puede caminar, correr, ir en bicicleta en medio de los naranjales y otra cantidad de árboles.

En las mañanas que puedo me gusta adentrarme en este sendero.

Contemplar la naturaleza, pensar, reflexionar, meditar en silencio. 

Me he dado cuenta de que las hojas de los árboles comienzan a cambiar de color. De verde a un amarillo, ocre. Señal indiscutible que ha entrado el otoño.

Una estación que me gusta mucho. El lento caer de las hojas, los árboles que se quedan desnudos, parece que están muertos y sin embargo están dormidos. Esperan la llegada de la primavera. Tres meses hasta el renacer. Aunque pierda sus hojas, el árbol se mantiene erguido, lo que lo mantiene vivo no es el exterior sino en interior, su sabia y sus raíces. 

Me recuerda que la vida es cíclica, no es estática. Dinámica y en constante cambio. 

El tiempo pasa y en ocasiones no queremos aceptar que hay ciclos que terminan y nuevas etapas que comienzan. El tiempo inevitablemente pasa y las cosas inevitablemente cambian. 

La naturaleza es una gran maestra, nos va enseñando. Es un libro abierto. Lástima que nos empeñemos a destruirla, no valorarla. La convertimos en objeto en vez de sujeto en sí. 

Romper el equilibrio hombre - naturaleza, es caer en un proceso de autodestrucción.

Viene a mi memoria un poema de Miguel Hernández que lleva por título: Otro otoño triste. El poeta se siente triste por la pérdida de la juventud, que se junta con el dolor del amor no correspondido y el miedo a morir. Se puede apreciar en este poema la añoranza por la alegrías pasadas. Permítanme compartido con todos ustedes amigas, amigos lectores del alma. 

Otro otoño triste 

Ya el otoño frunce su tul

de hojarasca sobre el suelo, 

y en vuelo repentino, 

la noche atropella la luz.

 

Todo es crepúsculo,

señoreando en mi corazón.

Hoy no queda en el cielo

ni un remanso de azul.

 

Qué pena de día sin sol.

Qué melancolía de luna

tan pálida y sola,

ay que frío y ay que dolor.

 

¿Dónde quedó el calor

del tiempo pasado,

la fuerza y la juventud

que aún siento latir?

 

Se fue quizás con los días cálidos,

de los momentos que a tu lado viví.

Y así esperando tu regreso,

otro otoño triste ha llegado sin ti .