La lluvia de esta tarde fue sermón y discurso, fantasía heroíca que hasta el día de hoy no ha podido limpiar nuestras calles.
Ya no creo en las corbatas ni en las sotanas, pues su lluvia no ha salvado ni a sus promesas del fango.
Para esclarecer el panorama de los peregrinos se requiere mas que verbo.
Aprendí a no creer en los que le sacan brillo a las palabras y las ahogan con sus hechos.
Desde mis memorias oigo a frágiles voces que prometen paraísos, desde siempre les he oído, pero ya no les creo.