Oigo sonidos extraños
que en las esferas ignotas
de un frágil instrumento
manos ingrávidas tocan.
Suaves y tiernos acordes
mi espíritu trastornan,
guiándome a las lejanas
regiones de la aurora.
Su deliciosa melodía,
dulce y embriagadora,
adormece mis sentidos
y seduce mi alma toda.
Oigo armoniosos trinos,
como de aves canoras,
que a regiones infinitas
mi espíritu transportan.
—Quisiera quedarme en ellas
durante infinitas horas—.
Al instante se interrumpe
el alegre son que tocan
unas manos celestiales
al lado de mi alcoba.
Retorno conmigo mismo
y no sin cierta congoja
vuelvo a la aciaga verdad
de este mundo que me agobia.