Una mirada, un cerrar de ojos,
que no se me olvida.
Una sonrisa tibia en esos jugosos,
y carnosos labios, que daban envidia.
El aire suave de aquel verano pasado,
que segía tus pasos, jugando con tu pelo,
te abrasaba loco y fugas y yo
envidioso te hacía sentir mi celo.
Caía la tarde, el sol se alejaba.
Dejando en ti, una brisa suave y tierna.
Acariciando tu belleza delicada.
Y yo, derretido como vela en su esperma.