Hoy soñé que despertaba abruptamente y al abrir los ojos lo que veía era extraordinario, mariposas azules volaban sobre mi vientre y un hada caminaba hacía mí, el cielo parecía un manto de color lila, no existían estrellas, cristales brillantes lo alumbraban, eran joyas de colores, diamantes, rubíes, esmeraldas y zafiros, a mi alrededor tulipanes y azucenas, alelíes y jazmines; mil flores inundaban el ambiente con su aroma y al igual que los narcóticos embriagaban de felicidad.
Qué hermoso despertar todo en ese sitio era glorioso, maravilloso, mágico. Intente levantarme pero algo me estorbaba, sentí la espalda pesada, me rodé en el suelo con mucho cuidado tratando de no lastimar las luciérnagas que a mi alrededor brillaban, me puse de rodillas y mis alas se agitaron, ¡Si!, ¡ahora tengo alas!, ¡realmente son hermosas! parecen de cristal, son fuertes para sostenerme, transparentes y a la vez tan frágiles, entonces pensé: !voy a cuidarlas!, me permitirán volar hacía donde lo desee, no dejaré que se fracturen o se rompan, nadie podrá lastimarlas, prometo que las cuidaré.
En la lejanía se veía una cabañita hermosa y caminé hacía ella, siempre acompañada del hada que me despertó. Al llegar, en la entrada había dos troncos de roble que sostenían la puerta, y enredado en ellos una enredadera de color azul celeste que crecía constantemente y al llegar arriba las flores se convertían en mariposas, ¡que hermoso milagro mis ojos observaban! un ángel dorado custodiaba la cabaña y en el jardín trasero había un árbol enorme de manzanas.
-Es el árbol de los sueños, por eso las manzanas son azules- me susurro el hada al oído.
-puedes comer una, al degustarla inmediatamente olvidarás a ese hombre que no valoro tu amor, tú debes ser felíz, continuar tu camino, algo muy hermoso está esperandote, apartado para tí- me dijo sonriendo el hada.
Caminé hacía el árbol, corte una manzana y la mordí. ¡Dios mío! nunca había probado nada igual, su sabor era tan dulce como este sueño, sublime, casi celestial, es más me atrevería a decir que si el cielo existe así debe sentirse. En ese instante un calor tan intenso sentí en los labios; eras tú mi compañero de vida, besando mi boca con la única intención de hacerme despertar y comenzar un nuevo día.
-¡Buenos dias amor mío!- Eso fué lo que dijiste.
Te miré y me miré en tus ojos, esos ojos bonitos, limpios, tiernos y sinceros, que siguen brillando como el primer día que me miraste, entendí entonces que aquello no había sido un sueño, sólo fué el recuerdo del afortunado día en que una hada me rescató del abismo en el que había caído, presa de un amor no correspondido.