Entre el follaje verde y umbrío
resonaban las liras volantes,
cuyos trinos canoros y piantes
se sumaban al rumor del río.
Por el ameno y sutil plantío
fluían auras y céfiros constantes,
que portaban aromas fragantes
en la ardiente tarde del estío.
Este paraje tan deleitoso
embelesó todos mis sentidos
hasta hacerme el mundo olvidar.
Mientras contemplaba el fluido acuoso,
amargos y angustiados gemidos
hirieron de muerte mi ensoñar.