A veces vienes
tan sencilla y callada,
recogiendo los pasos
que se pierden
de madrugada,
tal vez buscando
no ser reconocida,
pero yo noto en el aire
los más ligeros
movimientos,
y reconozco
en la neblina,
las aguas
que te traen,
igual que se anticipa
el olor de la lluvia
al aguacero,
y voy movilizando
los milímetros
de mi silencio;
llegas diciendo mucho
sin pronunciar palabra,
minúscula y difusa,
tras una distancia
mal disimulada,
que te acerca y te aparta,
que te mantiene
a salvo de las
averiguaciones,
seca y resguardada;
pero he ido dejado
ojos de horus
en todas mis palabras,
y cuando tú las miras,
incluso las más pequeñas,
se van enredando
en la mirada,
y desde ellas,
mi voz rejuvenece
y te abraza,
entonces,
vuelves a sentir
que por tu cuerpo,
se abren los caminos
que trazaron mis dedos.
Eduardo A Bello Martínez
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