¿Donde puede el amor hallar abrigo
cuando el alma se encuentra desolada;
cuando todo se vuelve tu enemigo,
y la vida, de penas anegada,
te parece tan solo cruel castigo?
El silencio parece un gran lamento
cuando sientes tu entorno tan vacío,
cuando escuchas tu triste pensamiento
que te dice que todo es muy sombrío,
como el árbol que azota el fuerte viento.
Las nocturnas luciérnagas se apagan
al sentir de la noche su tristeza,
y su luz tan brillante no propagan
como gesto de cándida nobleza
al mirar los ensueños que naufragan.
Los geranios, otrora deslumbrantes,
yacen triste llorando las derrotas,
de ilusiones que fueron trepidantes
convertidas en pálidas gaviotas
cuyos vuelos quedaron vacilantes.
Cuando muere del loto su pureza
y se secan sin agua los jardines,
va del alma escapando su tibieza
y se callan los mágicos violines
que le dan a la vida su belleza.
Es entonces que queda solamente
una estela de aquello que soñamos,
donde vibra de forma muy silente
esos halos de luz que un día plantamos
y que mueren de tedio lentamente.
Autor: Aníbal Rodríguez.