La palabra ya no suele significar tanto como antes,
corremos el riesgo de quedarnos sin significantes,
se diluye el referente ante la presencia de lo icónico
que nos deja sin aliento.
Ya la rima es casualidad insurgente,
los acentos no requieren la rigurosidad del origen
como el primer pecado
seguimos cometiendo el acto de seducir con significados
que siempre han estado ante nosotros.
Nada agota el ritmo primigenio del verso pertinente
que aflora al compás de rieles mientras el viaje transcurre.
Tampoco lo desencaja el vértigo de caer en tus brazos,
apenas amoldado a la sonoridad del suspiro
convertido en poesía para tus noches.