Las manos de mi abuela
olían a levadura y harina,
del alimento que sustenta
¡Esas manos me mecían
cuando era muy niña!
Manos de tez morena,
amasando sus silencios
pidiendo siempre serena
la bendición de Dios
para su querida Tierra.
Las manos de mi abuela,
acariciando mis finos cabellos
al regresar de la escuela,
recogiendo los destellos
de la luz que me alumbraba.
Las manos de mi abuela
recorrían mi rostro
quizá para llevarme ella,
cerca del suyo propio
en mis días de ausencia.
Las manos de mi abuela,
me invitaban a sentarme
sobre sus rodillas cansadas,
siendo ya adolescente, espigada
y cuando volví universitaria.
Las manos de mi abuela
me protegen desde el cielo,
velando por mis sueños
que celosa guardaría…
en aquel cofre de recuerdos.