Aquí recluido en este dormitorio,
de paredes mal pintadas,
con la ropa tirada
y con el pensamiento por los suelos,
me convenzo de tu ausencia.
No me importa si me quieres
y peor si no lo hiciste,
te fuiste, no vuelvas.
Nos fallaste, a nuestro amor y a mí,
cuando hundiste nuestro barco
para subirte en un crucero.
No te odio ni ahora ni después,
que te odien nuestras aguas,
saladas de dolor,
infectadas desde el coral que no tocaste
hasta las profundidades a donde fuiste.
Tú sabias nadar
y nunca me dijiste,
quizá por eso me dolió,
porque pudiendo respirar bajo el agua
no me diste de tu aire
cuando naufragué en aquella playa.
No recogiste mi cadáver,
y así nomas te fuiste,
me dejaste solo a mi suerte,
varado y destrozado
a podrirme de dolor,
a ser parte de la muerte.
Edisson A. Cajilima Márquez
Libro: Poemario