Mi pueblo tenía cosas
Que en otros no las había,
Era de gente humilde
Pero de pecho abierto,
Entre tanto personaje
Que por allí se movía,
No me puedo olvidar
Del bueno…de don Alberto.
Tenía dos manos de oro
Para arreglar cualquier cosa,
Solidario y buen amigo
Sin importar donde ni cuando,
Siempre atento a los problemas
Y a los hechos cotidianos,
Si había que meter mano
Se presentaba…rezando.
Un alma buena era él
Siempre atento a lo que fuera,
En su rostro una sonrisa
Nunca de su boca un grito,
Las chicas lo adoraban
Don Alberto era un santo,
En especial cuando a alguna
Le cambiaba…el cuerito.
Sabía mucho de yuyos
También era curandero,
Te curaba los calores
Y hasta el mismo sarampión.
Era consuelo de viudas
Y de histéricas muy graves,
Se curaban al instante
si él les bajaba…el calzón.
La hija de la Florinda
Lo fue a ver muy compungida,
Pues su salud declinaba
Por culpa de su hijo Cleto,
Que andaba por la mala senda
Entre el alcohol y la droga,
La curó mágicamente
Con un servicio…completo.
Pero un aciago día
Ese, el menos pensado,
Se vino el modernismo
Y con él llegó el destape,
Lo apalabró el negro Cholo
Un mecánico todo terreno,
Que lo subió al remolque
Y le hizo…el caño de escape.
Boris Gold
(simplemente…un poeta)