Y me acariciaste los oídos
me penetraste con la mirada
mientras me bebía tus versos
en esos vaivenes de vientos
me postré ante tus mares
de tibio y continuo oleaje.
Y en ese devenir de luna
anocheciste mis senos
justo cuando se erizaban
tus pupilas pardas
y desenvolví la castaña
para saborearte sin piel
toda la soberana miel
que tienen tus mañanas.