Llegué de lejos, muy lejos, de una isla del Mar Caribe, por donde la lluvia cae continuamente. Dejé mi tierra, mi gente, quería saber si era capaz de hacerme, de entregar mi tiempo. Todo eran dudas, algo de miedo también. Pero la vida fue generosa y nos abrió puertas en cada sonrisa, en cada gesto, en cada amanecer. El tiempo puso las cosas en su sitio. Deje de pensar, de sentir. Ésta tierra y sus montañas tomaron mi alma, mi alma fue acariciada dulcemente. Mano a mano en un caluroso abrazo. Todo se hizo más grande, el cielo se hizo más grande, más grande el amor. Ahora, que podemos regresar a nuestra isla, tomo la palabra, te digo, que en mi corazón no cabe el olvido de mi tierra. No, esto no es un adiós, tan solo un no quiero. Y aquí seguimos