Insuficientes instantes esos,
los de degustarte,
los de regalarme
con las delicadeza
de tu boca y tu lengua,
diciéndome tantas cosas
y tan cerca,
dejando su vaporcito fino
sobre mi cuello y oídos,
su humedad tibia
en mi boca y mi lengua,
y mi lengua corriendo
para llegar a donde
a ti te gusta tenerla,
en medio de aquella frase
que redondea el poema.
Insuficiente siempre
la sumatoria total de los minutos,
que se nos vuelan de repente,
arrastrados en el constante
deseo que no enmudece,
dejándome a mitad del mirarte,
con un cúmulo nimbo
atravesándome el pecho,
y un cinturón de fuego
hirviéndome en las manos;
momentos que se agotan
sin llegar al cansancio,
cuando todavía eres
temperatura viva,
cuando todavía
en mí crece el océano.
Eduardo A Bello Martínez
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