El DIOS JUVENIL

DESTINO DE MANIQUÍ (chicas muertas)

La vi una tarde con la mano imbésil enterrada
los leves humores humeantes y diezmados
la palma de la mano roja.
Entre las estepas silenciosas
con la frente delatora
me fui lejos de las zarzas espumosas
y del viejo canto de tristes locomotoras.
La mano arrogante colgaba del féretro que compramos a la señora Amelia,
en el centro
Con el hueco de las mejillas colmadas de lluvia.
Parecía un maniquí.