A mitad del hombre,
humana cavidad, dentro
del pecho, una humareda
de viejos árboles, de aturdidos
pájaros, de ánforas de lluvia
con sumergidos llantos. A mitad
del hombre, eternizado, todavía
caben, espejos tumultuosos, dentro,
donde se camuflan tigres y bengalas.
A mitad del hombre, justo en medio,
un centro en desorden, el hombre,
una llama que inflama los bordes
letárgicos, contraídos, deshechos.
Para expandirse. Para dispersarse.
Funda su ciudad, en medio de un desierto.
Y el fuego lo consume, de nuevo-.
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