Una plácida mañana de mayo
el cuclillo cantaba sin desmayo
su monótona y eterna canción.
Era la nota de la primavera
que suave y melodiosa viniera
a dar alegría a mi corazón.
Las avecillas del bosque cantaban,
las abejas de las flores libaban
el dulce néctar para hacer la miel.
Yo deambulaba ausente y vagaroso
por las lindes del mundo tenebroso
alejándome para siempre de él.