Dicen que lloro por todo,
que lloro cuando sonrío
y que sonrío cuando lloro.
Que mis lágrimas riegan el suelo
formando lagos de condenas.
Lloro al despedirme de vosotros
y al encontraros de nuevo.
Lloro cuando la tierra llora con furia
o cuando añoro vuestros abrazos.
Por eso lloro por todo.
Lloro cuando el cielo sangra,
cuando la parca nos lleva muy lejos
dejando recuerdos varados en la arena.
Lloro por las infáncias truncadas
y por la vejez abandonada a su suerte.
Lloro por los mendigos, por los desahuciados,
por las maltratadas, por las guerras,
por las jeringuillas clavadas en la venas.
Lloro por lo que tengo y por lo que no tengo.
Por eso lloro con rabia y con pena.
También dicen que lloro en silencio
cuando las risas se acaban
y el telón baja de nuevo.
Lloro al verte pasar por mi puerta
cuando me miras con resentimiento.
Lloro por mis pequeñas niñas al pensar
que algún día no estaré más con ellas.
Lloro por los besos que me diste
y por los que dejamos perderse
entre gritos y duelos de sábanas negras
Lloro cuando el sol se pone
y desaparece en el alero de mi tejado
despidiendo con lágrimas al día
que nunca volverá a nuestro lado
y se perderá entre murmullos varados.
Lloro por los distintos, por los enfermos,
por los que piden justicia, por los niños,
por las prostitutas, por los cambios de sexo,
por los viejos, por las mujeres, por los hombres
Lloro. Lloro por eso, por eso lloro.