Cándido remedo de bestia flamante
bello e inquietante recuerdo de lo que es la libertad.
Tú, compañero de batallas y derrotas incesantes, fiero contraste escalar de calidez fortuita.
¿Es que no añoras ya la libertad y el aroma de los cielos cuando la noche llueve?
¿Has olvidado ya el cegador aliento de la tundra que ahoga a los niños de Siberia?
Triste, inocente parte del círculo infinito de miseria que es el hombre, te conservas fiel a la mano que se come el mundo, a la bota que no dudaría en destrozar tus huesos.
Pero conservas la estoica imagen de los terracota cuando el miedo consume las fronteras, dispuesto a dar tu incomprendida vida cuasibana por la desgracia del mundo, conservando la mirada seria de quien ve arder la Zarza sin Dios y sin tiempo.
No te culpo, no puedo más que comparecer al alma brava que se atreve a ostentar el nombre del mejor amigo de animal tan desdeñable.