Había noches en las que la distancia solo era mirar como se encendía la luz en el celular para saberte del otro lado, para sentirte enganchado a las mismas manos, que solo eran mías, pero que caminaban por cada rincón de piel desnuda que vestía mi cuerpo. La distancia era el fuego que viajaba en las venas y se volvía infinitamente más constante y agitado, y más de dos en uno.
La distancia eran los besos de boca pintada que adornaban mi costado más sensible al tacto. Eran besos de papel que hacían de salvavidas para los momentos de deseo y ausencia. Porque entre tantos kilómetros de este meridiano al tuyo no existían tantas respuestas como las que nos hacíamos sin decirlas. No había duda en el instante de desnudar el alma cada vez que apretaba el \"enviar\" titilante de una pantalla.
Había noches tristes cuando la luz verde no aparecía y otra vez el mundo se hacía un poco más hostil que de costumbre, los fantasmas comenzaban a seducir mis oídos y de zarpazo llegaba tu amor a rescatarme de esas garras. Y estábamos cerca de nuevo, estábamos frente a frente a miles de kilómetros, frente a frente fundiendo la mirada pixelada y nos conformábamos. Y de nuevo tus manos me agarraban la cintura y acto seguido éramos uno en tiempos distintos, conjugandonos entre dos mundos paralelos y atravesándonos por completo.La distancia era ínfima a la hora de confesarnos, era solo un mal sueño, un error de cálculo.
Esta noche son tus manos y las mías las que se descubren por primera vez, son tus lunares los que cuento para desterrar el insomnio. En esta noche en la misma cama, la misma habitación y bajo el mismo techo el fuego en las venas finalmente nos ha consumado.