Con ojos de necios, reflejados en espejos distorsionados, así muchos han de caminar.
Escalan en altos montes, para desde de las alturas, apreciar sus castillos de arenas.
Sembraran en tierras de maldad, regadas con lágrimas de injusticias.
Esparcidas han sido los rencores, como porciones de sales para aliñar alimentos.
Quitaran los zapatos, y con los pies descalzos, caminaran en vías de ingratitud.
La dirección anhelada era las calles de oro, pero anduvieran en calles de inmundicias.
Tenían soberbia por desayuno, hipocresía por comida y engaños por cena.
Al despertar, se encorsetaban de apariencias con tacones de maldiciones a juego.
Así caminaban, empuñando arma como billetera y municiones como efectivo, frutos fraudulentos indignos de vivir con el sudor sus manos.
¡Nada es lo que parece!
Son muertos en sus delitos, que se miran al espejo y creen que siguen vivos.
Son Incapaces de escuchar la voz que clama en el desierto.
La vida les llama a la puerta, una y otra vez y ellos no escuchan el timbre.
Por Estar sacando brillo al espejo al que idolatran, por el mismo son engañados.
Espejo mentiroso...
Vanas y vanas son las vanidades que alumbran al muerto, que lleva por armadura, un corazón endurecido