Fijé mi mirada
a tu poema feroz,
sin la rima continua,
sin métrica alguna,
solo tu amor.
Caían tus versos
venciendo al dolor,
ahogando a la duda,
versos de amor,
o tal vez compasión.
Leí tu osadía
en decisivas letras,
todo decía:
¡No hay marcha atrás,
todo acabó!
la vida es mía,
el amor se marchó,
le arrebato a la vida
lo que no me dio.
Y en ese poema
de llanto y dolor,
donde muere el cielo
y el color se sublima,
ahí, precisa sin más,
el amor del que lo lee,
el dolor del que cree
que ya no es lector,
es más un protector
del amor del poema de ese autor.
Andrés Romo
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