Por intrincados caminos polvorientos
caminaba taciturno el viejo poeta,
marchaba ensimismado en sus pensamientos
como el niño que corre tras la cometa.
Una aura se deslizaba vaporosa
por entre las viejas y grises encinas,
sus infrangibles alas de mariposa
se diluían en las lejanas colinas.
Los dorados rayos de la tibia tarde
ponían una nota de oro al paisaje,
eran como la ingrávida llama que arde
de un etéreo océano en el oleaje.
De sus pensamientos se libraba el vate
mientras sobre sus pasos retrocedía,
fue dejando atrás el áspero combate
que le ocupara la mente todo el día.