Oh como quisiera arrullarte, niña mía,
sentir que tu cabeza se reclina en mi pecho,
sentir como galopa tu sístole y tu diástole
en alas del ensueño.
Jugar con tus cabellos tan suaves y tan negros
y ver perlas rodando por tus mejillas tersas,
sentir tu tibio aliento, y verte así dormida
reclinada en mi pecho.
Creer que estás soñando con tantas cosas bellas
saber que has renacido ciertamente de nuevo,
y ver tu faz serena, si despiertas mi niña.
reclinada en mi pecho.
Y ver feliz que esbozas una tierna sonrisa
y oír tu voz que dice: te amo padre viejo,
entonces nuevamente querré verte dormida
reclinada en mi pecho.
R.Gruger / 1985