kavanarudén

Caminos

 

 

Dame tu mano, caminemos.

Escuchemos en silencio el viento que susurra palabras eternas, que nos arrulla con su suave presencia y refresca del calor matinal.

Miremos la naturaleza en todo su esplendor. Admiremos la gama innumerable de verdes, los marrones de la tierra, solo miremos. 

Contemplemos cada detalle. Mira al cielo, piérdete en medio de ese inmenso celeste. Hay pocas nubes, parecen algodones suspendidos; allá hay una que parece una oveja y allá otra que asemeja a una jirafa…

El sol acaricia todo cuanto toca, dándole vida y plenitud, exaltando los colores y matices que encuentra a su paso.

El río con su tierno canto, paciente va al encuentro de su eterno amante, el mar. 

Infinidad de sonidos tiene madre natura, que lento y sin premura nos deleita: abejas, grillos, chicharras, aves y tantos animales que la engalanan con su presencia. 

Descalcémonos, a pie desnudo caminemos, percibiendo la humedad del vientre terrenal. Contacto entre madre e hijo que jamás hace mal, reconforta y fortalece sin igual.

Respira profundo, llena de oxigeno tus pulmones, exhala todo aquello que te pueda dañar. No existe nada más que tú y tu entorno, encuentro etéreo que te sanará.

Mientras más nos alejamos de nuestra esencia, de nuestro origen, más nos deshumanizamos y la riqueza que poseemos, perdemos, derrochamos. 

No temas, dame tu mano, caminemos….