Ya debe estar cerca el día,
el reloj cojea, reflexiona, se pone el sombrero del sueño,
y como un desafilado colmillo, avanza.
Ya debe estar cerca,
la boca del reposo, con su puerta de entrada
sin salida que se pone dulce
y luna es una pupila de miel
que nos seduce.
Ya debe estar cerca el minuto,
el dolor se calma, olfatea su sembrío de orfandad
y humea entre sus dientes el luto café
de la desdicha.
Ya deben quedar pocos los minutos,
y pocos los luceros en las ojeras
que salen disparados de su tristeza
hacia los ojos del universo.
Entonces acaba con tu llanto y busca tu nombre
en alguna piedra,
desahucia tus espinas, desayuna con tu migraña
no dejes el rencor en las toroidales brumas
de tus rincones;
Desempolva tus colores y abrázale a tu pecho
por haberlo ignorado,
limosnero de tus manos,
vagabundo de tus pies, aprieta a tus pulmones
y deja caer tus mascaras
que la paz atisba con todas sus vertientes.
Ya debe estar cerca el lugar,
la almohada se acomoda, la mortaja se levanta
imparcialmente y se aclimata con su cuerpo
a la hora de la cena;
Los zapatos desocupados
se abrazan como obreros satisfechos,
el café se hace noche y solido en su amargura,
el sol se recoge de los ojos
en esta tarde que las sombras rondan de puntillas
alrededor del orden de tus huesos
y la posición de tus costillas;
Creo que ya es el día, el minuto y el lugar;
Se acumulan los abrazos y las flores negras,
se condensa el dolor en la madera
que ha de hundirse perpendicularmente;
Se asoman los hemisferios
con su tiempo muerto, los hijos de los hijos
y los hermanos del pasado
con sus recuerdos sigilosos;
Se acercan los órganos y sus actos,
las lágrimas y sus ojos, los besos y sus labios,
paso a paso el cuerpo y sus negaciones;
Creo que ya es el instante,
abraza a tu silencio con fiebre y todo,
baila con los peces en el mar de llanto,
búscate en los ojos que no has visto
y desempolva tu sonrisa de mamífero
para el retrato que te ha de suplir
cuando estés ausente;
Ahora que el mañana es eternidad que se abre
con su incertidumbre, besa a tus clavos rigurosos,
destila la luz sin cielo de tus ojos,
despídete sin peso de todos
y ve con tu alma hacia esa paz uterina del Señor.