Me mató quien no pudo
corromperme.
La tarde era caída,
del véspero su regazo,
descanso del guerrero
en tarde de verano.
Jean-Paul, tributo a su descanso,
vierte su conciencia sobre el tibio
jabonoso bajo bañera de palio.
L\'Ami du peuple lo eleva al cesarato.
La Revolución juguete en sus manos
y el éxito de compañero juega a los dados.
Tarde de julio del noventa y tres, sábado
de pasión de un cristo ensangrentado.
Cual hijo de Rómulo escribe en su baño,
y parece en estampa un Séneca desvenado.
Una ristra de nombres rendirán visita al cadalso
en la brevedad del próximo gallo.
Un grito en el pasillo lo despierta del letargo,
su asistenta sale, y azarada grita renegando.
Jean-Paul la desdice, le da la venia a su lavabo
por recordar unas cartas, a las que dio carpetazo.
¡Hazla pasar! el asunto requiere su cuidado.
Charlotte, que así se llamaba la girondina,
pese al torso desnudo toma asiento, a su lado.
El Séneca francés pide santo y seña
de quienes la habían enviado,
a lo que responde, con frescura,
serán guillotinados.
Charlotte se vio estremecida, y muerta de pánico
abraza y hunde el cuchillo con la palma de su mano.
Manto escarlata significó el colofón de su baño.
Papel, tinta y pluma, exánimes al impacto
precipitan odio, tensión y llanto.
Jean-Paul soberbio, Jean-Paul mecano
de una sanguinaria turba que signó el fracaso.
Justo premio la Fata le granjeó de tanto agravio,
por olvidarse hombre para subir al monte Athos
y desafiar a un Posidón de aguas sobrado.
Solo le contemplaban cincuenta veranos.