Quienes no son nada ni hacen nada bien, solo quieren enseñarnos a odiar.
Pensemos que el odiador se enferma más y el odiado se engrandece...
Nadie sabe exactamente
cuáles son los límites de este país.
Pero quizá es este horizonte de
ponchos que enrojece el final
del verano como un amanecer
primigenio.
Tal vez el indígena es un país y es el
único que piensa en todos.
Quizá solo ellos nos quieren como
nunca sabremos querer a nadie, por
eso vinieron a darnos luchando, a
darnos pidiendo (nunca un gerundio
tuvo tanta sangre), a
darnos
muriendo.
Miguel Ángel Zambrano Mendoza
(Poeta ecuatoriano)