El DIOS JUVENIL

EBRIEDAD DE UN MAÑANA

Adorada joven de cerebro roto
¡te busco en los caminos mustios,
te celebro pero no estás conmigo!
Yo era tu perseguido
y caminabamos al cementerio.
¡Que alucinaciones demenciales como lluvia diaria de flores acechaba nuestro vivir cotidiano!
Desde que me diste tu mano...
Y hurtabamos almacenes,
hambrientos sin refugio,
nuestro vivir alabanzas al plenilunio.
Que condecorado estaba el cielo..
Que callado se encontraba dios...
Y así íbamos nos dos
por los caminos del desconsuelo
durmiendo en el frio suelo
cantando una canción.
Una mañana, cuando me despierte, y no te vea aquí...
¡No! ¡Eso no pasará!
Suficiente con la juventud,
suficiente con la ingrata dosis de niñez que se me ha brindado y la enorme cantidad de fuerza que dios alejó siempre de mí.
Viviré de sonrisas o ataré mi cuello
mataré y deformaré hasta que el algo me parezca bello
pero nunca en este país de fanstasmagorías
lejos de las charcas dejadas en el un sendero viejo y maltrecho
iremos en tren, será otoño, y descansaré entre tus pechos.

 

OJOS DE TEMPRANO IMBÉSIL

Me recosté en el herbazal junto a mi mujer, en los campos desplegados, en su mano inventé un mundo.
Descansé junto a mi amor en el pasto travieso, y siendo el niño muerto, que come nueces y maldice en voz alta invoqué a mi amo y mi señor. Desperté del lado de unos arboles de avellanas, el diablo - besada ya mi frente por sus labios tempestuosos - sembró la duda para siempre en mí y así encontré el reposo.
Cruce mi propio puente colgante a la medianoche, los helechos altos y su sobrio movimiento me indicaron donde realizar el aquelarre. En todas las fiestas fui el joven triste y separado, me sentaba en los rincones tan sólo a contemplar. Me importaron pocas cosas en mi corta vida, abrir mi herida, y meter gusanos, y que no dejen ningún rastro de que fui un humano.

***

Pobre destino el del solitario, es una piedra cualquiera dejada en cualquier lado.