Por Alberto JIMÉNEZ URE
Durante casi toda la noche,
En mi biblioteca, no dormía:
Empero, tecleaba fortísimo
Una antigua máquina de escribir
Para que los idos hacia otro mundo
Regresaran [de inmediato] custodiar
Conmigo nuestra moribunda Humanidad:
Acechada por noctívagos letalmente armados,
Vestidos más oscuros que la noche tenebrosa […]
Nadie despertaba, ni dioses:
Solitario, tuve que enfrentarlos.
Días siguientes,
Los perezosos despertaban
Para mirar ajusticiados individuos
Esparcidos por calles de barriadas
Y plazas públicas de ciudades capitales.
¡Y los malditos pretendían lincharme!