Intrusos golpean con las yemas
de sus dedos, mil corrientes aéreas.
Son tamaños conquistados a la arrasada
semilla indefinible. Procuro
vomitar en silencio, sin mediaciones,
contrariando a las vestales músicas
de los puertos contrabandistas.
Reciben en mi lugar, un cadáver esporádico,
con sus coreografías marchitas, de flores
y pájaros invencibles. Son constelaciones
de ámbitos dolorosos, recipientes donde
se mezcla el hálito del viento con su habitual
marchamo. Recalcitrantes melodiosos
buscan la aventura en sus laboratorios nocturnos.
Yo encojo los hombros y miro, erguido,
los números que aconsejan los cielos.
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